Pura Vida! - Costa Rica Parte 1
Viaje de reencuentro conmigo a Costa Rica, por playas. Atrapado en su majestuosa naturaleza, el olor de un café recién preparado, abrazado de un clima nuboso con un poco de lluvia, fueron los primeros encuentros de esta tierra cálida, donde los extraños se vuelven conocidos, y donde un mexicano es abrazado en un hogar costarricense. Tome un vuelo desde la Ciudad de México hacía San José, cuando no conocía a nadie, solo mi espiritu y mi corazón aventurero, una mochila en mi espalda y una cámara bien cargada fueron mis aliados en esta hermosa travesía. Volteaba a ver quien se encontraba en mi vuelo y ninguna cara conocida, voltee a observar afuera de la ventanilla del avión y estaba el Popocatépetl diciéndome adiós. Al aterrizar en el aeropuerto de Juan Santamaría al caer la noche, me di cuenta que me enfrentaba a un enorme desafío para mi, cambié los dólares por colones, moneda local de Costa Rica, y salí a tomar el autobús que me dejaría en El Centro de San José. En el camino conocí a Daniela, a quien le pregunté por la seguridad, alojamiento y comida de la capital, me contesto que hay algunas partes de San José las cuales no me recomendaba recorrer solo, pero que la mayoría del país es tranquilo. No tenía ninguna reservación en hotel u hostal, así que busqué por internet alojamiento cercano, y encontré uno: "Hostal Casa del Parque", ubicado a unas calles del centro, donde hablé por teléfono y me comentaron que si tenían disponibilidad, así que decidí alojarme dos noches, para conocer bien la capital. Al llegar, me recibió una francesa que se llama Marie, quien actualmente vive en México, por lo que sé. Descansé, al otro día desperté, y comencé a caminar por las calles del centro; me sorprendió ver un monumento a Miguel Hidalgo, el busto de uno de los héroes de Independencia de México se encuentra en el Parque Nacional, que se encontraba frente al hostal donde me hospedé. Caminando llegue también a la embajada de México, y después encontré una casa llamada "La casa amarilla", que actualmente es "Sede del Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto" y es Monumento Nacional y Patrimonio Histórico Arquitectónico de Costa Rica, es una obra realmente hermosa. Mi admiración al llegar al Teatro Nacional de Costa Rica, fue algo que de acordarme hoy en día me asombra y que recuerdo con mucho cariño. Sus calles con sus artistas urbanos realizando performances hacen que te pierdas entre sus arterias. Al otro día, comencé mi viaje hacía Puerto Viejo, lugar al que me recomendaron amigos surfistas que conocí en el hostal de San Jose, que a como me platicaron me entraron unas ganas enormes de conocer. Caminé hacía la "Gran Terminal del Caribe", del cual la línea de autobuses se llaman "Caribeños" (Depende a que lugar de Costa Rica desees ir, requieres buscar que central de autobuses te llevan, pues el sistema de autobuses no tienen tantas frecuencias). El autobús que tomé me dejó en Puerto Limón y de ahí transborde a otro que me llevaría a Puerto Viejo, dando un total de 8 horas de camino. Caminando encontré un hostal que se llama "La Sirena", que la dueña es una mujer de la localidad. El nombre completo es "Puerto Viejo de Talamanca", y esta relativamente cerca de la frontera sur con Panamá, y tiene como bahía el caribe. Ha sido uno de los lugares que apunto en mi lista de viajes para volver, los caminos son de asfalto, aunque no hay mucha infraestructura, por lo que lo mantiene como un destino para viajeros con corazón aventurero. La calidez de la gente, la música que escuchas por las calles (bastante Reggae), las lanchas con la gente de la localidad para salir a pescar, y las aguas cristalinas son para quedarse varios días, a descansar, tumbarse en la playa a la sombra de una de las tantas palmeras que hay con una pipa fría que venden por la costa (pipa, así le llaman al Coco de las palmeras). Caminando entre palmeras y un sendero estrecho solo para andar a pie, escuchando las olas del caribe como llegan lentamente a la playa, observé a varios surfistas caminar con sus tablas hacía el sur, me llamo la atención y los seguí, hasta llegar a una playa que se llama "Playa Cocles", dónde las olas son fuertes y son perfectas para realizar este deporte. Además, que habían familias descansando, y algunos jugando voleibol, una chica de la que no supe su nombre, solo que era de Carolina del Norte jugando con su perro aventándole la pelota. Al caer la noche, tomé el mismo camino de regreso al hostal, donde me esperaba una comida típica, "Gallo Pinto", que después lo encontraría en cualquier rincón a donde iría. Esa noche, cenamos los que nos hospedábamos esa noche, entre argentinos, canadienses, ingleses, españoles, ticos, un vietnamita y yo, un mexicano orgulloso de serlo, platicando y riéndonos, pues sería mi última noche ahí, para al otro día regresar a San José. Llegando a la misma terminal donde había partido días antes, hablé por teléfono con Luis Mario, amigo de un tío mío y tocayo, Gerardo, que me proporcionó su número por cualquier cosa. Él, argentino de nacimiento, en un despunte de su vida, se fue a un viaje místico a México, para reencontrarse (tal cual lo estaba haciendo yo en Costa Rica), y actualmente vive en este hermoso país (Costa Rica). Nos fuimos al centro a tomar un café y conocernos, platicar nuestras historias de vida, y hoy, hace unos pocos días, me visitó en México para estar presente en mi boda, lo cual yo había hecho lo mismo dos años atrás, al ir a su boda en la hermosa playa de Carrillo, en Costa Rica, pero esa es otra historia que ya escribiré. Y partí... con rumbo a la playa "Tamarindo". La terminal de donde partí se llama "Terminal 7-10"; toda la tarde viajé y cayó la noche. Al llegar, de igual forma, a buscar donde dormir. En esta ocasión si me costó mucho para encontrar alojamiento, pero por fin, encontré donde pude instalar mi casa de campaña y dormir. Al despertar, me di cuenta que iba a ser un día hermoso, así que me puse mi short, amarré las agujetas de mis zapatos, mi sombrero verde que compré en Querétaro hace muchos años, y como testigo mi cámara, y salí a buscar lo que la vida me había puesto frente a mi. Encontré una playa hermosa, tranquila, serena, la cual me tumbé y disfruté toda la mañana, a medio día, caminé y platique con varias personas, la cual esa generaba pila en mi para seguir andando. Al caer la tarde, pensé que todas las emociones habían terminado cuando tome la última foto del atardecer hermoso del sol rindiéndose ante el océano pacífico, escuchando de fondo a un saxofonista, deleitándonos con un repertorio increíble de jazz. Cuando entra una llamada a mi teléfono, y era mi madre, dándome la noticia que en ese momento, ya era tío de una hermosa niña. Las emociones me sacudieron muy fuerte y comencé a llorar, de alegría y tristeza por no haber estado ahí, con mi familia, pero que el universo me recompensó con un lugar paradisiaco. Al día siguiente, regresé en autobús a San José, donde me esperaría Luis Mario, con los brazos y puertas de su casa abiertas. Yo anhelaba calmar mis ánimos y emociones para mi regreso a México, entonces él me invito a quedarme con él las últimas noches de mi estancia del país en su hogar. Llegando, me presento a Kelly, en ese entonces su novia, también a sus tres perros encantadores y guardianes, de los cuales me enamoré. Reímos, platicamos hasta tarde los últimos tres días que me quedé, al finalizar, lleno de amor que me brindaron, me llevaron al aeropuerto para el último adiós de ese entonces, y fue cuando supe lo que era llegar extraño a un país, y regresar con el corazón inflamado de amor, sabiendo que Costa Rica, ya no era un país extraño para mi, y que tengo familia allá. El vuelo estuvo tranquilo y al llegar, viendo a través de la ventana del avión, la Ciudad de México, que sentía como me abrazaba y me decía: bienvenido a casa.